En la primera infancia es crítico garantizar los niveles adecuados de vitamina D y la leche materna es naturalmente pobre en vitamina D. Con los hábitos y el ritmo de vida actuales, a las madres que amamantan les es prácticamente imposible sintetizar la cantidad suficiente de vitamina D para que sus necesidades y las de su hijo estén cubiertas.
Esta es la razón de que los niños necesitan un aporte externo de vitamina D desde el nacimiento. Gracias a esta molécula, que es indispensable para el organismo, podrán crecer de forma saludable manteniendo en su organismo los niveles adecuados. Si no les damos toda la vitamina D que necesitan, nuestros hijos pueden tener serios problemas de crecimiento y una tendencia a sufrir fracturas o no desarrollarse correctamente.
¡Lo que no quiere ningún padre o madre!
Aportar al bebé la cantidad que necesita de vitamina D es esencial para su crecimiento y desarrollo, porque le ayuda al correcto crecimiento y desarrollo de sus huesos, dientes, músculos, corazón y su sistema inmunitario. Por ello, la Asociación Española de Pediatría recomienda administrar un suplemento diario de 400 UI (Unidades Internacionales) de vitamina D a todos los bebés recién nacidos (ya sean alimentados al pecho o con leche de fórmula adaptada), al menos durante su primer año de vida.
Por ello, lo normal es que al menos durante el primer año de vida de vuestro bebé, el pediatra le prescriba un suplemento de vitamina. Es una recomendación que se hace desde hace unos cuantos años y que va extendiéndose a todas las consultas de pediatría, a pesar de que vivimos en un país donde el sol no falta.
La vitamina D se sintetiza en las células de la piel con la ayuda de la exposición a los rayos UV del sol solar, por lo que el sol se convierte en la principal fuente natural de obtención de esta vitamina, y otra pequeña parte se obtiene través de la alimentación.
Sin embargo, especialmente en el caso de los bebes , hay que ser muy cuidadosos y limitar el tiempo de esta exposición para evitar quemaduras y problemas relacionados en la piel.
Por otro lado, nuestras costumbres no son las mismas que hace unos años, y cada vez pasamos menos tiempo en el exterior, y mucho menos los niños menores de 3 años.
La Asociación Española de Pediatría recomienda un aporte de vitamina D de 400 UI/día en los niños menores de 1 año y de 600 UI/día a partir de esa edad.
Para evitar los problemas derivados de su carencia cuando, por diversas causas, este aporte natural no es suficiente hay que recurrir a los suplementos.
¿Qué pasa si un bebé tiene niveles bajos de vitamina D?
Si le falta vitamina D, lo más probable es que durante un tiempo no se detecten síntomas. Pero cuando esta carencia se prolonga en el tiempo, en los bebés y los niños con deficiencia de esta vitamina se incrementa el riesgo de desarrollar algunas enfermedades asociadas como:
- Raquitismo, una enfermedad que presenta ablandamiento de los huesos del cráneo y del cuerpo (arqueamiento de las piernas), talla baja, debilidad muscular y mayor riesgo de retraso psicomotor.
- Riesgo de afectación del desarrollo: se ha asociado el déficit de vitamina D de la mujer embarazada a un riesgo mayor de que el bebé tenga dificultades en el desarrollo del lenguaje.
- Se incrementa el riesgo de padecer enfermedades pulmonares. La vitamina D contribuye a la maduración pulmonar, reduciendo afecciones como la bronquitis o el asma.
- Con niveles bajos de vitamina D también se incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares
- Hay estudios que también relacionan los niveles bajos de esta vitamina con las caries o el trastorno del espectro autista, pero estaría aún por demostrarse una evidencia directa.
¿HASTA CUÁNDO NECESITA TOMARLA?
Es importante garantizar y mantener los niveles de vitamina D que necesitan los bebés desde el nacimiento hasta los 3 años.
La suplementación siempre es necesaria por debajo del primer año
En los niños más mayores, una dieta variada, sana y equilibrada unida a la práctica de actividades y ejercicio al aire libre, debería ser suficiente para mantener los niveles adecuados de vitamina D.
Los alimentos enriquecidos (fortificados) son otra manera de aumentar la vitamina D en la dieta de tu hijo. Busca alimentos fortificados con vitamina D, tales como la leche, el cereal, el yogur o la margarina, por ejemplo.
Para evitar los problemas derivados de su carencia cuando, por diversas causas, el aporte natural no es suficiente, el tratamiento se basará en la administración de suplementos de esta vitamina, pero siempre bajo la recomendación y el control del pediatra. No debemos olvidar que la vitamina D pertenece al grupo de las vitaminas liposolubles (se almacenan y acumulan en la grasa del cuerpo) y si se toman en exceso podrían llegar a producir intoxicación.